Fulgor de Amancio, cantor de poetas

Amancio Prada trajo su aura y su canción eterna al Colegio Argantonio. He aquí un músico ejemplar cuyo arte trascendente siempre se dirigió a una inmensa minoría. No hay forma de agradecerle tanta belleza acumulada desde aquel primer disco Vida e morte grabado en París cuando moría el año 1973. Luego llegaría el fundamental disco a Rosalía de Castro con el acompañamiento del violonchelista argentino Eduardo Gattinoni que ya estaba en Vida e morte.

Año 1975, Amancio encuentra en Rosalía una unidad de destino. Grabó su disco en el sello Movieplay con la producción del gran Gonzalo García Pelayo que llevó a María Jiménez a interpretar por bulerías la Canción nº 2 que Amancio cantó en Argantonio. También sonó Libre y me acordé del magnífico Canciones de amor y celda que formó parte del paisaje sonoro de mi adolescencia. ¿Cuántas veces en tardes otoñales no canté la tonada de Amancio con letra de Agustín García Calvo?

Amancio llegó con su arte infinito, su guitarra, su palabra y su canción. No requiere de más. Un fondo negro para llenarlo todo con su poesía cantada y su música cargada de poesía. Trovador místico, a su manera, que evocó su buhardilla parisina, sus primeros tanteos musicales, su mayo del 68, su verdad que jamás comerció con modas. De San Juan de la Cruz a Federico García Lorca, de Chico Sánchez Ferlosio a Leo Ferré. El cabello blanco y la voz intacta y una vida intensamente vivida.

Le contaba en la cena compartida, cuando todo había terminado, la amistad epistolar de mi padre con el poeta Ramón González Alegre, también berciano y también gallego. Ese territorio fronterizo de cartas que se cruzan, de afanes literarios, de sueños y belleza que no se llevó el tiempo. Amancio me hablaba de Carmen Martín Gaite, de su amistad con ella, y yo callaba, y escuchaba atentamente. Cruzábamos mundos. Esa nostalgia de habitar lo perdido, de encontrar en el pasado la llave del presente. Todo cobraba sentido. El adolescente que escuchaba Canciones de amor y celda no podía imaginar ese encuentro futuro y ese recital vivido y sentido en primera persona.

Antes de la despedida cruzamos la calle Plocia. La noche estaba en calma. Hubo confidencias de última hora y la posibilidad de un proyecto futuro. Porque no es otra cosa la vida que empaparse de futuros posibles. Y si está Amancio iluminando con su canción muchísimo mejor.

 

(Las fotos que acompañan estas líneas son del gran fotógrafo gaditano Fernando Fernández)