El día que David Bowie encontró a Jacques Brel

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Al enterarme de la muerte de David Bowie pensé en su recreación de «Amsterdam» de Jacques Brel en 1973 como cara B del single Sorrow. Para quien ha contado la vida y milagros del quijote belga resulta inevitable asociar a Bowie con Brel, remontarme al tiempo en el que los universos antitéticos de ambos confluyeron.

Bowie llega a Brel vía relación sentimental con Lesley Duncan que a su vez había tenido un romance con Scott Walker. Y claro Duncan no olvida a Walker y termina rayando sus discos brelianos con Bowie de testigo. A Bowie esto le ponía celoso pero de tanto escuchar al hipnótico Walker termina convirtiéndose en un fan de su música y de ahí otro paso le lleva a caer rendido ante la personalidad musical de Jacques Brel. Uno imagina a Bowie fascinado ante el montaje escénico de Jacques Brel is alive and living in París que recaló en Londres en las postrimerías de 1968. El musical de Eric Blau y Mort Shuman dejó huella en Bowie y su entorno. De hecho su guitarrista John Hutchinson Hutch se encerró con su guitarra buceando en el repertorio de algunos clásicos de Brel como «Au suivant».

Además de la portuaria «Amsterdam» Bowie adapta de Brel «La mort» («My death») que figurará en su Live in Santa Mónica de 1972, coetáneo del legendario álbum conceptual  Ziggy Stardust, un perfecto compendio de las excelencias de Bowie como auténtico icono pop, encarnación del llamado glam rock.

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Quizá Brel desconfió del espíritu andrógino de Bowie pero su forma de entender la canción impactó en Bowie y posibilitó que éste transformara «Amsterdam» en un himno personal en una etapa de cambios, de mudanzas, de revoluciones estéticas y artísticas.

Hoy afeitándome, frente al espejo, con la lluvia intermitente en la ventana, me acordé del camaleónico Bowie cantando a Brel y pensé también en ambos dejando un legado discográfico a modo de testamento, mientras batallaban contra el cáncer. Y puse a dialogar el elepé azul de Brel con el último cedé de Bowie y entendí nuevamente que la lírica sobrevive a la muerte, que a su modo arrincona sus efectos y que Bowie y Brel seguirán cantando eternamente en la memoria de los oyentes sensibles.