En tu casa o en la mía
Todo el mundo parece rendir alabanzas al programa de Bertín Osborne de entrevistas. En tu casa o en la mía se hace llamar el flamante producto televisivo, bendecido por la audiencia. Estamos tan faltos de una televisión de calidad que aceptamos a Bertín como entrevistador de altura y como aristócrata con ínfulas y como cantante de baladas imperecederas y si se terciara como animal acuático y político.
Basta ver el programa en el que Jesulín de Ubrique acudió como invitado para darse cuenta de lo que En tu casa o en la mía ofrece. Uno sigue añorando una televisión pública que apueste por entrevistas en profundidad, con personajes de verdadero interés, que tengan cosas que decir y que contar, más allá de la farándula o de una Andalucía cargada de tópicos con demasiados Morancos y Jesulines. De momento en los muchos programas de Bertín no hemos visto a un solo científico ni a un escritor ni a un filósofo ni a un humanista ni a un médico. Ni siquiera algún cantante que esté fuera del hit parade o algún actor con una carrera digna de ser contada. De Lolita a Carmen Martínez Bordiu pasando por Pablo Motos. Ese es el nivel que seguramente completará en breve algún cocinero de postín o algún futbolista tipo Sergio Ramos.
Y así nos va: encumbramos lo insustancial y encima le ponemos un barniz de supuesta calidad. Vemos a Bertín presumiendo de sus posesiones, de sus redaños, invitando a sus amigotes, montando a caballo, enseñando su fondo de armario, manejando su eterna imagen de bon vivant y creemos que eso es televisión de calidad. A ver, es mejor que los subproductos de Tele 5 pero no es televisión de calidad. Y además, como distingue al PP en su manejo de lo público, la pluralidad ideológica brilla por su ausencia. Bertín invita a personajes que son evidentemente de su cuerda y se maneja en el compadreo, en la adulación o en el chiste fácil. Nada hay perdurable en este programa de entrevistas a mayor gloria del intérprete de aquella torturante languidez llamada «Amor mediterráneo».
Umbral escribió que Bertín Osborne respondía al arte por el arte, como Juan Ramón Jiménez, sólo que Juan Ramón Jiménez era un genio y Bertín es un chico que mola cantidad. Ahora menos chico y ya sesentón la cosa sigue siendo igual. Pero claro el tipo cae simpático, es un presentador dicharachero y ha hecho fortuna de la nada, como una prolongación de aquel señorito español al que cantara la recordada Mari Trini.
Y claro cierta España le aplaude y quizá el año que viene tengamos a Bertín recibiendo un Premio Ondas. Como Jorge Javier Vázquez, sin ir más lejos. Que lo disfrute. Su campechanía merece todos los reconocimientos.