El evangelio según Pasolini

 Hace 40 años del asesinato de Pier Paolo Pasolini. Su cuerpo apareció destrozado en el balneario de Ostia, muy cerca de Roma. Nadie sabe a ciencia cierta quien calló la voz del poeta y cineasta al que Abel Ferrara ha dedicado su última película y José María García López su último libro: Pasolini o la noche de las luciérnagas.

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Se muere varias veces a lo largo de una vida. El poeta que fue Pasolini lo supo. Dejó una obra apabullante, fruto de una personalidad inconformista, de irredento e irreductible espíritu crítico que resumen sus Escritos corsarios. Pasolini vive en sus películas y en sus poemas y en sus textos críticos, nada complacientes, a contracorriente.

En estos días de Semana Santa me vuelvo a entregar a esa obra maestra titulada El evangelio según San Mateo. Algunos obtusos suelen despreciar la religiosidad popular que durante estas fechas se despliega en Andalucía. No entienden nada, no comprenden nada. Se quedan en la superficie sin querer ahondar en una representación popular de primer orden. Porque la Semana Santa andaluza -en su máxima expresión- es territorio deslumbrante de misteriosas pasiones y nostalgias asumidas, de primaveras retornadas al origen del ser, de pasos de palio como luciérnagas en la noche, de vírgenes dolientes como madres desconsoladas.

La vida y la muerte son parte de la metáfora del Nazareno itinerante que callejea al ritmo que marcan los tambores y las saetas. Y todo esta mezcolanza de cuerpo y alma algunos no la entienden aunque la entendiera Luis Cernuda en su poema Luna llena en Semana Santa o la entendiera Alfonso Grosso en su libro antológico Los días iluminados. Declararse de izquierda no debe implicar un rechazo a este tipo de manifestación popular que representa barrocamente y alegóricamente la pasión y muerte de Cristo.

De algún modo igual que Cernuda retornó al origen, a su origen en su poema, Pasolini se buscó a sí mismo al filmar El evangelio según San Mateo, trató de comprender lo aparentemente incomprensible, adentrándose con enorme respeto y clarividencia en la figura de Jesús de Nazaret. Pasolini se hacía preguntas que formaban parte de las motivaciones de su película, tal como supo ver  Silvestra Mariniello en su estudio del cineasta:

¿Qué hacer, en este presente histórico, los años sesenta, con la tradición católica-cristiana en toda su complejidad- tradición escrita y oral, pictórica, y musical, popular y culta, religiosa y laica etc.?  ¿Qué hacer con la irracionalidad del sentimiento religioso, realidad anacrónica pero persistente, que la izquierda ha elegido negar con demasiada facilidad? 

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La pregunta también nos la podríamos hacer hoy mientras recorremos con música de Bach la película de Pasolini, su forma de aproximarse al mito, a lo sagrado con una mirada sabiamente moderna y sabiamente comprometida. El Evangelio según San Mateo es una película de miradas y silencios pero también de palabras en las que el mensaje evangélico trasciende para ofrecerse con toda su carga revolucionaria. De algún modo Pasolini será también un hombre perseguido por defender sus ideas, por no plegarse a ningún poder, por ejercer su libertad de pensamiento en distintas tribunas. Por eso mismo El Evangelio según San Mateo se puede seguir leyendo en clave contemporánea. Bastaría para darse cuenta de ello con atender a la secuencia de la denuncia pública de letrados y fariseos. Volvemos a Mariniello para señalar con ella que El evangelio según San Mateo es una película contra el poder, contra la casta para usar el lenguaje un tanto forzado de Pablo Iglesias, gurú e iluminado de estos tiempos. En Pasolini no hay lenguaje forzado. En él con naturalidad se dan la mano la visión marxista y descreída con el respeto a la palabra bíblica, a lo sagrado, como si ambas se fundiesen en una sola. Y de ahí emerge el potencial de El evangelio según San Mateo, tan canónica como reveladora y atrevida.

Más allá de todo lo comentado, lo que termina haciendo inolvidable El evangelio según San Mateo es lo que tiene de poema filmado con esa imagen final del crucificado, de su soledad frente a la indiferencia de la ciudad amurallada. Antes de hacer la película Pasolini tenía muy claro que lo que él buscaba era una aproximación bíblica ligada a la poesía, esencialmente lírica. Pero también era otras cosas aunque él lo negara:

Es una obra poética que yo deseo hacer. No es una obra religiosa en el sentido usual de la palabra ni una obra ideológica en ningún otro sentido. En términos más pobres y sencillos: yo no creo que Cristo sea el hijo de Dios, porque no soy creyente, al menos conscientemente. Pero creo que Cristo es divino, ideal, que sobrepasa los límites comunes de la Humanidad. Por eso he hablado de poesía, instrumento irracional para expresar mi sentimiento irracional hacia Cristo.

Curiosamente ningún pregonero ortodoxo de Semana Santa puede mejorar la densidad emocional de un poema breve e intenso como Luna llena en Semana Santa de Cernuda, otro heterodoxo. Y de igual modo un agnóstico como Pasolini fue capaz de hacer la mejor aproximación cinematográfica a la figura y al mensaje de Jesús de Nazaret. Paradojas de la vida. Como expresó Virgilio Fantuzzi:

El Evangelio según San Mateo aporta la prueba de que el interés de Pasolini por la religión cristiana no es solamente cultural, en el sentido más superficial de su palabra, sino que toca a las fibras más íntimas de su ser, incluso más allá de su nivel consciente.