Ser de agua (1991)

He aquí uno de esos discos que configuran a su modo el paisaje sonoro de mi adolescencia que se encaminaba hacia la mayoría de edad. Ser de agua de Presuntos Implicados lo tenía en casete. Lo escuché muchas veces en muy distintas circunstancias, entre apuntes desordenados en tardes invernales en las que la melancolía tomaba posesión de todo aquello que me rodeaba. Ser de agua es también el verano de 1992. El final de COU, Selectividad, el fin de una etapa y el comienzo de otra. Todo eso en cierta manera está latente aunque no se diga en la reseña del disco que he escrito para Efe Eme. Fondo de armario y vinilo de Proust, todo a la vez.
Con Ser de agua, Presuntos Implicados firmó el trabajo que mejor pudiera definirle en un momento, además, albores de los años noventa, que constituyó la mayor apoteosis del grupo. Para llegar al espíritu que trasmite Ser de agua fueron necesarias distintas circunstancias y mutaciones con renovación de sus componentes y la personalidad desde el principio de los hermanos Giménez, Juan Luis en lo compositivo y por supuesto Soledad cuya hondura vocal marca sin duda la proyección de unas canciones que dejaron huella en toda una generación de oyentes.
Ser de agua prosigue el éxito de Alma de blues, el anterior disco del grupo. Se deja envolver en un cálido regusto melancólico que imprime desde la portada otoñal en la que posan los tres Presuntos en un paisaje arbóreo. En el centro Soledad de blanco inmaculado y a su lado su hermano Juan Luis de pie y Nacho Mañó sentado y con las manos entrelazadas.
El disco, cuarto del grupo, es una producción cuidadosa que se graba entre Madrid -los vetustos estudios Kirios- y Londres con la aportación de músicos británicos y de competentes profesionales como Simon Franglen o Steve “Barney” Chase, que rezan como ingenieros de sonido. Todo encaja en esa suma de elementos de manera primorosa. Las armonías revestidas de una aparente sencillez acompañada de unos textos cuidados y poéticos que la voz de Sole sabe dotar de profundidad. El clima de las canciones es sugeridor y envolvente. “Como hemos cambiado” abría el disco y se convertirá en una de las canciones determinantes del grupo, reflejo perfecto de su sensibilidad pop en la que cabían distintas influencias incluidas las que proporcionaba el mundo del jazz. Una canción envuelta en el rumor de la nostalgia y en la que Sole revelaba sus dotes como letrista en una composición trabajada con su hermano Juan Luis en una sinergia que el tiempo irá debilitando.
A “Como hemos cambiado”, con vocación de himno del grupo, le seguirá la etérea y evanescente “Bárbara del Campo” cuya autoría corresponde a Mañó. «Bárbara es del viento/ y yo nunca la tendré» canta Sole en otra de esas composiciones de Presuntos que pese a no gozar de tanto predicamento se antoja como de las más hermosas. Ser de agua podía pasar del territorio calmo de la balada en “Recibes cartas” al deseo derramado sin tapujos en la más bailable “Sentir su calor”, ambas de Nacho Mañó y que reflejan su versatilidad compositiva. En ese vaivén de canciones ligeras pero trascendentes y personalísimas juega sus cartas ganadoras Ser de agua en un disco que no sería el mismo sin la técnica vocal irreprochable de Sole Giménez.
Otra joya del disco es la primaveral “Mil mariposas” en la que también importan los matices que aportan los coros y esa manera delicada de plasmar el sentimiento amoroso. Hay canciones primaverales y otras amorosamente otoñales como “Llovió” con letra de Sole y música de Juan Luis Giménez y Nacho Mañó.
Entre las doce canciones de Ser de agua otra pieza estimable es “De puntillas”, escrita por Soledad Giménez, y que supone un hermoso canto a la fecundidad con ese detalle bellamente arcaizante de las enaguas. «Cuanta belleza ha de regalarme» o «Hagamos un milagro/ en el hueco de mis manos» canta Sole que años más tarde contará en “Mi pequeño tesoro” la experiencia de la maternidad.
Ser de agua funciona también como espejo o autorretrato del grupo, tal como refleja “Icaro”, con letra y música de Juan Luis Giménez, que se sirve del mito y de la metáfora del gorrión que desea abandonar el nido para partir y dejarse llevar por el viento. En “Cuando quiero sol”, Sole escribe versos tan delicados como aquellos en los que dice: «Entre mis labios nacerán/ poemas que serán un señuelo/ para reír, para llorar/ para confesar en silencio»
El amor, la nostalgia y la naturaleza recorren las distintas estampas de Ser de agua, un disco reposado que no requiere de subrayados ni de forzamientos para revelar su verdad, la que también habita “Andas junto a mí”, “Al atardecer” -guiño incluido al Serrat de “Lucía”- y “Ser de agua” que daba nombre al disco y en la que Nacho Mañó retrata el propio work in progress del trio valenciano: «Juan Luis trae cuerdas nuevas/ yo ganas de cantar/ y flota denso el aire/ dentro del local».
Ser de agua marca la plenitud de Presuntos y fue un trabajo que gozó de eco a nivel internacional y les permitió internarse en países tan dispares como Alemania, Japón o Estados Unidos e incluso en el difícil mercado latinoamericano en donde la presentación del álbum los llevó hasta Chile o Colombia.
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