Julia Uceda
Julia Uceda aparecía en dos números de la revista Caleta que dirigía mi padre, el poeta gaditano José Manuel García Gómez, en los años 50 de la pasada centuria. En el primero de ellos (nº 9) entrega el poema Margarita dedicado a un muchacho que murió en primavera: «Yo no te conocí/ pero te ofrezco, sobre tu tumba abierta en primavera/ este pequeño sol para tus huesos….» Más adelante asomará en el poema la margarita que le da título. En otra Caleta (nº12) Julia Uceda publica el poema «El despertar» que mi padre lo sitúa dialogando con su «Oración para pedir el amor».
La hora sonará bajo las anchas copas
azules de los vientos; debajo de las lámparas
eternas de la noche. Sobre las densas selvas
correrá una caricia, un temblor, una angustia…
y en las tiernas raíces de las rosas
habrá una bocanada de sangre más caliente (…)
He aquí la primera estrofa del poema de Julia marcado por sutiles encabalgamientos. La poesía gaditana estrechaba lazos con la poesía sevillana. Por Caleta asoman Manuel Mantero, Rafael Montesinos, Rafael Laffón, Manuel García Viñó, María de los Reyes Fuentes y Julia Uceda, poeta que este año el Centro de Andaluz de las Letras ha elegido como autora y yo celebro aquellos años en los que se escribía con mi padre porque todo tiene un comienzo, un latir primerizo de campanas.
Eran tiempos de juventud cantada. Mi padre escribía frente al mar del verano. Soñaba. Dibujaba canciones en el aire. Y se escribía con los otros poetas y se encontraba con ellos, allá o aquí. Hay un tren lento que le lleva hasta Sevilla donde Mantero le aguarda y le abraza. Y en esas charlas de café salen disparados a buscar la casa natal de Cernuda, la memoria de Ocnos y a contarse las cosas de la vida. Y en ese ir y venir aparece el nombre de Julia, promesa de la lírica sevillana. Todo eso ocurre antes de que estos poetas del Sur, de la Sevilla lírica hagan la maleta y se marchen a un exilio voluntario y necesario, a profesar en otras tierras más propicias.
Abro ahora su Mariposa en cenizas de 1959 (colección Alcaraván). Es este el milagro de la biblioteca paterna encontrarse con las ediciones originales de Julia Uceda sin acudir a librería de viejo alguna. Y hallar la hermosa dedicatoria que vence al tiempo que horada los espejos: «Para José Manuel en la sincera amistad y el afecto de Julia Uceda. Sevilla, noviembre de 1959». Aún Julia no había emprendido vuelo. Manuel Mantero prologaba su aventura lírica con un verso de Góngora como inspiración sonora: «Mariposa en cenizas desatada».
Julia habla de la tristeza de su cuerpo, de este árbol que es y al que le fue mordiendo el hacha negra del silencio, el hacha roja de la desesperación. La poeta le pregunta a Dios por la escondida luna de su muerte. Tan joven pero con su agonía en la lira estremecida. En Mariposa en cenizas está incluido «El despertar», el poema que antes apareció en Caleta.
Extraña juventud, otro libro de Julia, sale en la colección Adonais en 1962. La voz de la poeta se revela más intensa y madura. Es un poemario inmensamente humano donde la poeta se dirige a sí misma en el poema «La trampa»: «Julia Uceda, qué has hecho de tu sombra/ Mujer sin huella, cuerpo/ sin apellido/ denominas al humo, a las lluvias y al viento/ A todo lo que pase y se borre y se pierda…» En otro poema la palabra trapero resuena como una vieja marca de posguerra. ¿Dónde está Dios? Es la pregunta del poema «Los ojos». Se fue sencillamente con los traperos, se escondió en la cornisa del templo, en el verdor pétreo de las ruinas. Poesía existencialista (cita de Heidegger incluida), poesía de buscarse entre el gentío, de poner el labio en el hallazgo, de distinguirse entre la multitud hasta encontrar la voz definitoria.
Me he acordado de esta Julia Uceda que le mandaba los libros dedicados a mi padre, que es parte de la memoria literaria de mi casa. Este año que su voz se alza merecidamente me parecía oportuno evocarla como parte de aquella vieja revista llamada Caleta, parte de aquella luz fijada en los poemas primeros, en los afanes primeros.
Bonitos recuerdos y hermosamente compartidos. Gracias de nuevo por seguir ofreciéndonos ratitos de felicidad como este.
Muchas gracias a ti Ana por estar siempre del otro lado. Un beso.