La leyenda de Mágico Gónzález
Enrique Alcina ha escrito el libro que se merecía Mágico González, leyenda balompédica de la ciudad de los tres mil años de historia, especie de bardo, de Roque Dalton meciéndose en la hierba del recuerdo. No resulta fácil explicar al mito, al futbolista impredecible que se adueñaba del balón, al indolente genio de la lámpara que lo mismo firmaba una tarde de gloria que sesteaba en una esquina del vetusto Carranza para desesperación de los aficionados. Yo también estuve allí y la realidad y la fantasía se entremezclan de manera inevitable.
Sobre Mágico hay también mucha novelería, gente que lo ensalza sin haberlo visto jugar, con tendencia a la hipérbole y a la desmesura. No era Maradona ni siquiera Zico pero tuvo condiciones para haber sido Zico y Maradona juntos. Algo de eso dice Hugo Vaca en el libro de Alcina. El tiempo de Mágico no era precisamente el tiempo de un Carranza atestado de público, de masa social entregada. Y eso que el Cádiz solía jugar en Primera División y también en Segunda. Era otro Cádiz que hoy evocamos con nostalgia, un Cádiz cimentado en gente de la casa en el que convivían como dupla mayúscula de saber futbolístico Pepe Mejías y Mágico González.
Con su poderosa escritura Enrique Alcina le canta a Mágico como si se tratara de una leyenda del rock o una leyenda del flamenco como Camarón de la Isla, su calcomanía en las tascas, ventas y tabernas de la noche infinita. El libro entra ya de lleno entre los clásicos de la literatura balompédica, que por cierto atraviesa un momento dulce con publicaciones dignas de interés, demostración de que el fútbol es más cultura que opio del pueblo.
Con Alcina hemos revivido aquella tarde inolvidable frente al Racing de Santander o aquel gol liguero frente al Barça que hubiera firmado el mismísimo Leo Messi. Hemos sentido la odisea de un futbolista único, capaz de lo mejor y también de lo peor. Porque Mágico González encarna también lo que pudo ser y no fue, el cantar de gesta ininterrumpido, la copla llovida del cielo como aquella que Zitarrosa le entregó a Garrincha, ángel de piernas torcidas.
La leyenda Mágico González es mi infancia de cromos y partidos en la calle. La prosa magnética de Enrique Alcina ha obrado el milagro de imprimir en páginas de oro la leyenda del astro salvadoreño, la verdad de sus mentiras, el rastro de sus hazañas y de sus fintas imposibles. Léanlo. No se arrepentirán.