Kramer contra Kramer (1979) & Historia de un matrimonio (2019)
«L’ amour est mort» cantaba Jacques Brel en una de sus últimas canciones. Me acordé de esta canción breliana al visionar en sesión doble sin palomitas Historia de un matrimonio con Kramer contra Kramer, dos películas en cierto modo complementarias, pese a sus diferencias. La primera dirigida por el texano Robert Benton en 1979. La segunda por el neoyorkino Noah Baumbach en 2019. Benton fue un nombre en cierta manera esencial para entender el Nuevo Hollywood, porque escribió el guion de Bonnie and Clyde que terminó dirigiendo Arthur Penn, tras no pocas vicisitudes.
Un matrimonio a la deriva, el final del amor, una tormenta judicial con hijos de por medio. En ambos casos un solo hijo que vertebra el conflicto de la pareja. Al final de Historia de un matrimonio el personaje de Scarlett Johansson le ata el cordón del zapato al personaje de Adam Driver. Tras todo lo padecido el momento entraña su delicadeza. Es una forma de hacernos ver, que, pese a todo, el cariño no se ha ido del todo, que aún queda amor entre las cenizas. Baumbach quiere dejar esa rendija de luz en el drama habitado, huyendo de un dibujo grosero de los sentimientos. Historia de un matrimonio disecciona una ruptura por desavenencias fundamentales, pero trata de comprender las razones que han propiciado esa situación, no responsabilizando a una de las partes.
En Kramer contra Kramer pasa algo parecido, y eso que en la película de Benton es la mujer la que decide abandonar a su marido y este termina comprendiendo su acción, explicándosela a su propio hijo que piensa que su madre le ha abandonado porque no le quiere:
«Tu mamá te quiere mucho y la razón de que se fuera no tiene nada que ver contigo. Creo que la razón de que mamá se fuera es que durante mucho tiempo yo intenté convertirla en cierta clase de personas, en la clase de mujer, de esposa, que yo creí que debía ser. Creo que siempre quiso hacerme feliz, y al no conseguirlo, intentó explicármelo, pero yo estaba muy distraído pensando en mí mismo. No se fue por culpa tuya. Se fue por culpa mía»
Benton firmó en Kramer contra Kramer su tercera película a la que cierta crítica acusó de manipuladora con un abuso del sentimentalismo en el que Historia de un matrimonio no incurre de un modo tan notorio. Pese a ello son dos películas honestas, aunque Tavernier y Coursodon, en esa biblia de cinefilia que es 50 años de cine norteamericano,cuestionara abiertamente el discurso de Kramer contra Kramer, acusándola de falta de osadía al pretender no herir ni a feministas ni a moralistas ni a espectadores masculinos en lo que se antojaba un difícil equilibrio que vaciaba el guion y su fuerza dramática de contenido.
Con todo Kramer contra Kramer recibió un aluvión de nominaciones a los Oscar, constituyendo todo un éxito comercial, con un dato muy esclarecedor al respecto: se impuso en el box office a la segunda entrega de Rocky. La película reforzó el estatus actoral de Dustin Hoffman que firma uno de los papeles más célebres de su carrera a la altura de El graduado, de Perros de paja o de la absorbente Marathon man, aunque yo prefiera quedarme con su interpretación en Lenny, dirigido en aquella ocasión por Bob Fosse. De todas esas películas de Hoffman Kramer contra Kramer puede ser la película más convencional, pero ha sabido perdurar por su manera de contar una separación, de ilustrar el drama de una ruptura con niño de por medio.
Por eso pensamos inevitablemente en ella cuando nos acercamos a Historia de un matrimonio, por mucho que Baumbach tenga presente al Ingmar Bergman de Secretos de un matrimonio o al Woody Allen de Maridos y mujeres. En cierto modo se nos aparece el viejo impacto de Kramer contra Kramer y la revelación de Meryl Streep y la fotografía realista del gran Nestor Almendros y hasta la elección sutil de Benton de una música clásica que arrope, en cierto modo, el drama que se narra.
Baumbach hace lo propio en Historia de un matrimonio. No quiere someter al espectador a ningún dilema ni a un relato folletinesco. La aparición de los abogados -como en Kramer contra Kramer– lo empozoña todo. En Historia de un matrimonio es una alegría reencontrarse con Alan Alda y también con Ray Liotta o con Laura Dern. Los personajes secundarios tienen su relevancia como pasaba con la extraordinaria Jane Alexander de Kramer contra Kramer.