Heliotropo (1973)

En su libro Encontrarse. Una filosofía, el filósofo francés Charles Pépin trata sobre el valor de los encuentros que puede propiciar el amor, la amistad o el mundo de la creación. Cabe imaginar, en ese sentido, el encuentro determinante que tuvieron Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen en Madrid, en el campo de deportes de la Ciudad Universitaria cuando eran estudiantes de la Escuela de Bellas Artes. O al menos así lo rememoraban en la primera de las conversaciones que sostuvieron con Fernando Márquez para el libro que este les dedico, entrados los años ochenta, en la colección de Los Juglares de Ediciones Júcar. Aquellas dos jóvenes talentosas y brillantes que se cruzaron aquella primera vez emprenderían un hermoso pero intrincado camino musical -ay la industria- juntas con el nombre de Vainica doble.
Tras las primeras canciones y un primer disco grabado en 1971 llega en 1973 Heliotropo, título sugeridor y personalísimos textos, melodías y conjunciones vocales. «Érase una vez las Vainica doble que cantaban desde el fondo de un tarro de mermelada» Así se presentaban, audaces, modernas y sonrientes desde las fotos campestres de la portada con mucha luz como la que rezumaba todo el contenido de un disco producido nada más y nada menos que por el poeta, escritor y flamencólogo jerezano José Manuel Caballero Bonald que dos años antes de dar a imprenta Ágata, ojos de gatadesempeña su papel nada pasivo de inquieto disquero en Ariola con cuyos mandamases no tardarían en chocar las Vainica que recordaban con indignación la promoción que la discográfica hizo de este trabajo.
Heliotropo enuncia en su totalidad la cosmovisión que desplegarán las Vainica, su gusto a la hora de jugar con el lenguaje y de desarrollar las armonías vocales sin perder de vista el espíritu crítico de sus textos aparentemente gráciles y siempre ingeniosos. En las doce canciones de Heliotropo, incluida la instrumental y tarareada “Moros, cristianos y chinos”, destacaban los arreglos y la intrépida dirección musical de José Nieto, productor y alma a su vez del grupo Aguaviva, y que debe citarse como referente musical de aquella España de los años sesenta y setenta del desarrollismo y del tardofranquismo. Es un disco que se graba con orquesta y esto se nota en lo cuidadoso de todos los detalles instrumentales.
Heliotropo empezaba con la acidez del descarnado retrato de “Réquiem por un amigo”: «Réquiem para el que fue amigo/ réquiem al que ahora es extraño/ ya nada tengo contigo/ pálida sombra de antaño». Como en aquel Rogelio de la canción homónima inmortalizada por Patxi Andión, “Réquiem por un amigo” versa sobre la amistad traicionada y sobre la condición humana que es parte mollar de todo el disco. Lo vemos en “El pabú” que remontándose a los juegos de infancia anticipa los modos que pudieran hacer de la adultez una etapa de comportamientos sombríos y nada edificantes. “Dos españoles tres opiniones” es casi una actualización de la máxima machadiana de que en España de diez cabezas nueva embistan y una piensa. Una canción de asombrosa actualidad si la escuchamos mientras nos asomamos a la maraña de Twitter en donde podemos decir con Vainica: «Si dices blanco, yo digo negro/ si dices rojo, yo digo azul/ siempre diré lo contrario que tú».
Las Vainica ensaya canciones casi de corro infantil y también saben ser emotivas como esa “Elegía al jardín de mi abuela”, que era la favorita del disco para Carmen y Gloria, y que busca ese espacio hurtado por la piqueta del progreso a la propia memoria. Hay en esa “Elegía al jardín de mi abuela” hasta un guiño a Schumann y a Liszt y su lied “Widmung” o “Dedicatoria”, hasta tal punto eran inquietas musicalmente.
Regresa la ironía en su máxima expresión en la más suspirada que cantada “Ay quien fuera a Hawai”, desiderátum roussoniano mucho antes que el pegadizo “Hawaii-Bombay” de Mecano. «La sociedad nos impone sus condiciones»cantan Gloria y Carmen en lo que también se percibía como una crítica al lenguaje de los medios con uso y abuso de expresiones chirriantes. Todo ello antes de entregarnos ese hermoso canto ecologista al árbol añoso, sobreviviente en el tráfago urbano de Madrid, en “Agáchate, que te pierdes” el mismo año del “Pare” serratiano.
Heliotropo avanza con “Nana de una madre muy madre” o “La máquina infernal” donde muestran su claro alegato, entre rockero y flamenco, contra el maquinismo y la deshumanización creciente. Todo ello antes de esa obra maestra que es la “Habanera del primer amor” que se trataba curiosamente de una pieza rescatada que no formaba parte del proceso creativo del álbum y que las Vainica no querían grabar, siendo empeño personal de Caballero Bonald que tenía un gran oído musical y sabía de las posibilidades que tenía la canción. “Habanera del primer amor” muestra la excelencia del tándem con esa manera de sublimar el sentimiento amoroso de la primera vez con las alas que otorga una melodía extraordinaria. «Tiempo de sol/ zapatitos de charol/ tiempo de luz/ yo de rosa y tú de azul…» De pronto una sinestesia o un anglicismo o una onomatopeya. Y el piano de Agustín Serrano o el conjunto acreditado de violines y violas y también la suma de guitarra, flauta, violonchelo, bajo eléctrico y batería.
Heliotropo es un disco infinito que explora varios caminos con la conjunción de Gloria Van Aerssen en las letras y Mari Carmen Santonja en las músicas. Un disco que dice adiós con el swing de “A la sombra de un banano” y el novio hawaiano y con la inspirada retahíla sarcástica de las “Coplas del iconoclasta enamorado” en las que las Vainica vuelven a demostrar esa disfrutable impronta nada solemne que las definía desde sus primeras canciones.