Decir la nieve

Nieva sobre enero. ¿Cuándo fue de la primera vez que vi nevar? Niñez de nieve en la caligrafía de los días invernales.  Me acordé de la escritora Menchu Gutiérrez que en su libro Decir la nieve dice “La nieve no es sólo felicidad, no es sólo calma ni anestesia para el dolor, diríamos que la nieve, como el desierto, como el espacio invadido por la niebla o la noche, se convierte en el espejo de quien la contempla: es lo que tú eres o lo que desearías ser, despierta a la imaginación, y hace que el escritor torturado pueda ver sobre ella un ángel negro”.

Aquella vez que nevó en Cádiz, aquella vez que vimos nevar, copos de nieve tan blancos como la inocencia que perdimos. Ahora nieva sobre los versos de Villon. Regresan las nieves de antaño y luego regresarán las golondrinas. Nieva sobre Lieja. Canta Jacques Brel en un viejo tocadisco.

La nieve pintada por Goya, la nieve clamorosa al final de La sirena del Mississipi del inolvidable François Truffaut. ¿Recuerda alguien a Catherine Deneuve y a Jean Paul Belmondo bajo la nieve en aquel final lacerante? La nieve del tango plateando la sien. Nieve sobre nieve, cantada, filmada o declamada, tan distinta de la gilipollez del famosillo de hoy que reluce en Instagram desnudo bajo la nevada sin importarle las consecuencias. Juntos pero no revueltos bajo la nevada el yo ágrafo y zen de Cristina Pedroche (¿el neo-feminismo era esto?) o el de Sergio Ramos o el de Arturo Valls o el de Anabel Pantoja en la Tele 5 de nuestras miserias. Todos iguales de estúpidos y de estúpidas en su manera de mostrarse al exterior para regocijo de sus muchos seguidores. Warhol bajo la nieve y los quince minutos de fama posando bajo la nieve desafiando el sentido común y la hipotermia.

Nieva sobre la inteligencia, pero tiene que nevar a cántaros que podría cantar Pablo Guerrero, barbado y melancólico en la memoria remota de un Olympia parisino. ¿Quién nos salvará de tanta nevada estúpida? Con lo hermoso que es sencillamente ver nevar, discretamente, sin aspavientos, mientras el invierno posa su mano de nieve sobre nuestro hombro.