De Lemebel a Alborán
Veo en Filmin el documental Lemebel de Joanna Reposi dedicado al escritor chileno Pedro Lemebel. Venía de leer algunas de las crónicas que conformaban uno de sus mejores libros, Loco afán. Lemebel peleó con su activismo y su prosa por los derechos homosexuales. Viene bien leerle en estos días de reivindicaciones del colectivo. Sobre todo por la verdad de sus textos lanzados a bocajarro contra el enemigo fiero que podía esconderse en cualquier parte, no solo en la dictadura de Pinochet, sino en el propio seno de una izquierda no siempre tolerante y que también arrastra su condición homofóbica. La historia nos enseña que tras la intolerancia y el totalitarismo se pueden esconder ideologías aparentemente antitéticas. No se crean que al homosexual solo lo apaleó la derecha torva o fascista.
Lemebel escribió en su poema “Manifiesto” un resumen de su pensamiento. Este texto puede leerse en Loco afán y se encomienda en los dos primeros versos a Pasolini y a Ginsberg. “No soy un marica disfrazado de poeta” -apunta” y continúa: “Hablo por mi diferencia”. Y suelta que lo peor de todo es ser pobre y maricón, doble marginación y magulladura sobre el cuerpo errante, travestido, perdido por la noche chilena. Avanza el poema y Lemebel dice: “Porque la dictadura pasa/ y viene la democracia/ y detrasito el socialismo/ ¿Y entonces? / ¿Qué harán con nosotros compañero? ¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos/ con destino a un sidario cubano?
En Loco afán Lemebel rescata del olvido a travestís empujados al repudio, al naufragio, al destino trágico. Habla en nombre de ellos con una prosa subyugadora. Es el poeta de aquella marginación que sabe que uno siempre escribe aunque no escriba y que la música siempre ha de acompañar al caminante, que sin música nada podemos ser. Lemebel que lo mismo escribe sobre Raphael que enuncia una fantasía sobre Serrat cuyo nombre le sabe a hierba y no a yerba. En el documental de Reposi suena la susurrante Jeanette y su “Corazón de poeta” que mi padre escuchaba en su tocadiscos en las tardes de mi perdida niñez. Jeanette es la musa de las confesiones a cámara de Lemebel al que vemos, ya desmejorado, recitando su crónica serratiana de Loco afán, “El beso a Joan Manuel” mientras suena de fondo “Lucía”. Emociona cómo ubica a Serrat en un terreno inesperado.
Uno ve y siente a Lemebel en acción y le compara inevitablemente con Pablo Alborán exponiendo su homosexualidad desde su posición privilegiada, después de haber aceptado durante años el rol de baladista romántico para sus entregadas fans que le lanzaban hasta bragas en sus recitales. Algunos han considerado a Alborán un valiente. ¿Valiente? ¿En serio? ¿Entonces qué calificativo merecería el agitador Lemebel y su defensa continuada de pobres y maricones, doblemente ultrajados?