Personajes de novela

A Ignacio Arrabal, sanluqueño del 73, llegué por los azares de la literatura, por los encuentros y momentos de amistad sutilísimos que esta propicia. Ignacio escribió un texto precioso sobre mi libro dedicado a Truffaut, un texto a posteriori que hace mucha ilusión cuando de pronto ese libro ha dejado de ser novedad en las librerías y si acaso soñaba con ser libro de fondo como suelen serlo, por otra parte, los libros de la colección Cineastas de la editorial Cátedra. El caso es que Arrabal supo ver literatura en mi libro dedicado al cineasta parisino siendo él nada cinéfilo lo que hacía más valorable aquella reseña inesperada.
Más tarde me presentó mi libro más especial y personal, La noche gaditana de Jean Cocteau. Supo ver lo que solo es capaz de ver alguien aquejado de la maravillosa enfermedad de la literatura. Entonces yo ya había leído Hasta que sea verano, una novela con mucha literatura de estíos juveniles que marcan devenires, y tenía pendiente en la torre infinita de lecturas por venir su libro más vilamatiano El rasgo suplementario. La conexión Vila-Matas contribuyó de manera poderosa a nuestra amistad sustentada en lo libresco hasta tal punto que juntos acudimos en Cádiz a un encuentro con el escritor barcelonés.
A cada nueva novela Arrabal no solo ha ido revelando la exigencia con la que construye sus libros y la búsqueda de un estilo en el que cada palabra esculpida cuenta, sino también la huida de cualquier tentación a la recurrencia. De hecho, Los ofendidos, su tercera novela, se erigió en un fascinante ejercicio rulfiano que en nada remitía a Hasta que sea verano.
Con el otoño manso y tímido de octubre balanceándose, conversé en la librería Plastilina de Cádiz con Arrabal sobre su último libro, Personajes de novela. Antes nos demoramos en un café de literaria conversación que siempre viene bien en el prosaísmo de las rutinas que a todos suelen envolvernos. Personajes de novela es otro ejercicio de estilo, muy metaliterario, que seduce y engancha desde esa primera frase tan importante y tan imponente que debe cimentar todo buen libro: “Me gustaría pensar que durante los últimos años he estado escribiendo la novela que todo el mundo estaba esperando”.
Hay quien lleva su novela a cuestas y quien busca escribirla mientras se sienta en un café a la caída de la tarde y busca inspiración en lo que se conversa, se cuenta, se finge o se deduce de una mirada, de un gesto, de la misma determinación con la que uno se levanta de una mesa, va al baño y porta en el semblante una historia hecha de suspiros, desvelos, posibilidades y quimeras.
En Personajes de novela el enigmático y misterioso Martín Soller es ese personaje en busca de personajes. En la página 54 del libro editado por Anantes, leo y subrayo con lápiz: “La gran obra maestra de Martín Soller era su vida…”. Todo es, a la postre, literatura que se escribe con la tinta arrebatada de las pasiones en la hoja en blanco. Todo es un juego en el que la ficción y la realidad se confunden.
¿Qué ocurre cuando una novela se termina? Es una pregunta que sobrevuela en Personajes de novela que a su manera compone un relato de libros que siguen viviendo más allá de sus páginas, libros que incluso se fingen para que el juego termine embaucando al propio lector. Más preguntas: ¿Es posible olvidar lo que uno ha vivido? ¿Podrá caer en el olvido lo que nunca sucedió? Una respuesta posible que subrayo en rojo en la página 193: “La literatura también se hace con los detalles que hemos olvidado”.
En los bares que nunca cierran la realidad se vuelve irresistible y la ficción es un refugio. Hay quienes apuran su copa en la noche y también quienes vienen de perder un amor o de leer Los recuerdos del porvenir de Elena Garro o el principio del Boom y del realismo mágico. En Personajes de novela el lector se encuentra con un bar de grandes esperanzas en el que los que se acodan a la barra viven en lo indefinido, en el límite entre lo real y lo imaginario, como esos lugares inventados, como el Macondo de García Márquez que inspiró Mompox y que está en la historia misma de la literatura.
En la página 49 de Personajes de novela leo: “No estoy del todo seguro de que determinados recuerdos no sean más productos de mi ficción que de la realidad”. Salimos de Plastilina con el deseo confeso de ser otros por un instante, quizá un domador de leones en la encrucijada de un circo que hará saltar el levante en la ciudad habitada. O quizá un ladrón de cadáveres en el cementerio de los ingleses de la venidera noche de Halloween. Algo de Gómez de la Serna o de Poe. A saber. El caso es que confundidos de sueño y realidad fuimos a parar a un local donde un grupo tocaba música ochentera y allí, de pronto, apareció en el tenue escenario una tal Miami Sweet que nos guiño el ojo mientras cantaba “Cuando brille el sol” de La Guardia. Nada que ver con aquella vieja canción country “My old man” que interpretaba en Personajes de novela.
Todo esto sucedió o no. A quien le importa. Lo que sí sabíamos con certeza es que todos tenemos un Pent York o un Dickens o un Cheers, un bar donde refugiarnos y decir entre trago y trago que hay cosas en la vida que suceden como parte de una novela.